Muerte de Lina Ron
JOAQUIN CHAFFARDET
En nuestro país es casi una obligada tradición que al fallecimiento de una
persona le sigue un automático "perdón de los pecados", siendo que para
quienes somos, o creemos ser, cristianos tal perdón solamente lo puede
otorgar Dios. Perdón que dependiendo de la fe que profese cada quien se
obtiene de diferentes maneras. Pero los venezolanos, que somos "buena
gente", sensibleros y adicionalmente cortos de memoria histórica, usurpamos
esa potestad del Supremo y rápidamente procedemos a perdonar cualquier
conducta reprochable y condenable del fallecido. Es como si la mujer de la
guadaña venezolana se llevara consigo a la eternidad los daños y tropelías
que en vida cometió el fallecido, dejándolo libre de pecado en la tierra de
los mortales.
Hoy hemos sido sorprendidos con la noticia de la muerte de la impropiamente
calificada por sus copartidarios y los medios de comunicación como la *
"dirigente"* o *"líder social"* o *"comandante"* Lina Ron. Personaje que no
pasaría de ser uno de tantos que adornan la picaresca y el folklore criollo,
por sus disfraces de militar y sus cabellos teñidos de amarillo chillón que
parecían tratar de ocultar su origen étnico. Pero Lina Ron fue más que un
personaje folklórico, fue un personaje siniestro, actor y producto de la
siembra de odio y violencia por parte de quien fue la razón de su vida y de
su accionar: El Iluminado de Sabaneta.
Lina Ron se presentó y cultivó para sí la imagen de la violencia física y
verbal con el apoyo expreso o tácito del régimen. Sus agresiones de toda
índole, físicas, armadas y verbales contribuyeron a sembrar odio, temor y
dolor en individualidades e instituciones. Invasiones y asaltos a mano
armada de edificios y otros inmuebles en complicidad con los verdaderos
estafadores inmobiliarios. Promotora de actos de terrorismo como la bomba en
Fedecamaras. Su actividad, desde el primer día en que apareció en la escena
pública, estuvo signada por el atropello y la violencia con alevosía y
ventaja, apoyada en la complicidad y la complacencia del régimen. Sus
acciones se encuadran dentro de lo que se denomina terrorismo de Estado. El
grupo de facinerosos armados por el régimen y dirigidos por ella en poco se
diferencian de los Tonton Macoutes de Duvalier o de los Paleros de Chapita
Trujillo, que sembraban el terror en la población y cobraron la vida de
miles de ciudadanos en Haití y República Dominicana.
Lina Ron fue cultora y predicadora del odio y la violencia, practicante
apasionada del culto a la personalidad, eufemismo para decir jalabolismo, de
su comandante presidente. Una de sus frases famosas en este sentido fue *"Con
Chávez todo, sin Chávez plomo"*, clara expresión su primitivismo que no era
sino el mismo del régimen chavista.
Las agresiones de Lina Ron tuvieron como víctimas a simples ciudadanos que
manifestaban pacíficamente contra el régimen, instituciones como
Globovisión, El Nacional, RCTV, el Arzobispado, embajadas, Fedecámaras, etc.
Actos de terrorismo que llevó adelante siempre con el apoyo abierto del
gobierno y en particular de la Guardia Nacional y los cuerpos de seguridad.
Para llevar adelante sus tropelías, Lina Ron y sus grupos de delincuentes
disponían, y disponen todavía, de armas de fuego de todo tipo y de bombas
lacrimógenas provistas, sin duda alguna, por el mismo gobierno.
Lina Ron, tenía "licencia para agredir y hasta para matar" emitida por el
mismo Iluminado de Sabaneta. Gozó a lo largo de su trayectoria de agente de
la violencia de impunidad total. Por supuesto, no hubo juez que culminara
ninguno de los procesos que se intentaron contra ese destacado icono de la
violencia delincuencial oficialista. Lina Ron fue la imagen más cruda pero
quizás la más ajustada a la verdadera naturaleza del régimen que acogota a
los venezolanos. Paradójicamente, su rival en materia de violencia fue su
idolatrado comandante presidente al que, por razones obvias, nunca pudo
superar. A lo mejor esa circunstancia le habrá permitido viajar al más allá
con la tranquilidad de no haber traicionado su eterna lealtad a su
comandante presidente.
Lina Ron pasará a la historia pequeña de la patología nacional como cultora
del odio y de la violencia. Su rostro, su voz, su lenguaje y sus disfraces
militares que proyectaban con precisión sus oscuros sentimientos, le
permitirán a las futuras generaciones hacerse una idea de los desmanes del
"socialismo del Siglo XXI" y de la boliburguesía chavista que hemos tenido
que soportar los venezolanos de hoy.
Para el oficialismo es una pérdida importante. Es la pérdida de uno de los
iconos de la violencia del régimen. En nombre del régimen adolorido y
consternado, el inefable Izarra, al anunciar la muerte de esta prócer del
proceso, escribió en twitter: *"Honor y gloria a Lina Ron. Quedará por
siempre sembrada en el amor del pueblo"*. "Honor y gloria a Lina Ron" es
"honor y gloria a la violencia y al primitivismo chavista". Y como se
anunció será enterrada en Cementerio General del Sur, Lina no quedará *"por
siempre sembrada no en el amor del pueblo"*, sino sembrada por siempre en la
ignominia que es ese cementerio para los caraqueños y para todos los
venezolanos. Es la elección más apropiada para depositar sus restos
mortales. En su sepelio, como en el de cualquier malandro capitalino, no
faltarán los grupos de delincuentes motorizados haciendo tiros al aire y
amedrentando a los compradores y vendedores del mercado popular de El
Cementerio.
Con la muerte de Lina Ron desaparece un importante agente de la violencia y
la inseguridad que hoy atormenta a los venezolanos. Su desaparición, después
de las sucesivas desapariciones de Luis Tascón perseguidor de la libertad y
promotor de la persecución política, de William Lara promotor de la censura
y enemigo de la libertad de expresión, de Guillermo García Ponce homicida de
vieja data, ideólogo del PSUV y adulterador de la verdad desde el panfleto
oficialista VEA, de Muller Rojas promotor de la destrucción de las fuerzas
armadas, pareciera que la sabia naturaleza se ha tomado muy en serio el
allanarnos en alguna medida el camino hacia la liquidación del
totalitarismo.
JOAQUIN CHAFFARDET
JOAQUIN CHAFFARDET
En nuestro país es casi una obligada tradición que al fallecimiento de una
persona le sigue un automático "perdón de los pecados", siendo que para
quienes somos, o creemos ser, cristianos tal perdón solamente lo puede
otorgar Dios. Perdón que dependiendo de la fe que profese cada quien se
obtiene de diferentes maneras. Pero los venezolanos, que somos "buena
gente", sensibleros y adicionalmente cortos de memoria histórica, usurpamos
esa potestad del Supremo y rápidamente procedemos a perdonar cualquier
conducta reprochable y condenable del fallecido. Es como si la mujer de la
guadaña venezolana se llevara consigo a la eternidad los daños y tropelías
que en vida cometió el fallecido, dejándolo libre de pecado en la tierra de
los mortales.
Hoy hemos sido sorprendidos con la noticia de la muerte de la impropiamente
calificada por sus copartidarios y los medios de comunicación como la *
"dirigente"* o *"líder social"* o *"comandante"* Lina Ron. Personaje que no
pasaría de ser uno de tantos que adornan la picaresca y el folklore criollo,
por sus disfraces de militar y sus cabellos teñidos de amarillo chillón que
parecían tratar de ocultar su origen étnico. Pero Lina Ron fue más que un
personaje folklórico, fue un personaje siniestro, actor y producto de la
siembra de odio y violencia por parte de quien fue la razón de su vida y de
su accionar: El Iluminado de Sabaneta.
Lina Ron se presentó y cultivó para sí la imagen de la violencia física y
verbal con el apoyo expreso o tácito del régimen. Sus agresiones de toda
índole, físicas, armadas y verbales contribuyeron a sembrar odio, temor y
dolor en individualidades e instituciones. Invasiones y asaltos a mano
armada de edificios y otros inmuebles en complicidad con los verdaderos
estafadores inmobiliarios. Promotora de actos de terrorismo como la bomba en
Fedecamaras. Su actividad, desde el primer día en que apareció en la escena
pública, estuvo signada por el atropello y la violencia con alevosía y
ventaja, apoyada en la complicidad y la complacencia del régimen. Sus
acciones se encuadran dentro de lo que se denomina terrorismo de Estado. El
grupo de facinerosos armados por el régimen y dirigidos por ella en poco se
diferencian de los Tonton Macoutes de Duvalier o de los Paleros de Chapita
Trujillo, que sembraban el terror en la población y cobraron la vida de
miles de ciudadanos en Haití y República Dominicana.
Lina Ron fue cultora y predicadora del odio y la violencia, practicante
apasionada del culto a la personalidad, eufemismo para decir jalabolismo, de
su comandante presidente. Una de sus frases famosas en este sentido fue *"Con
Chávez todo, sin Chávez plomo"*, clara expresión su primitivismo que no era
sino el mismo del régimen chavista.
Las agresiones de Lina Ron tuvieron como víctimas a simples ciudadanos que
manifestaban pacíficamente contra el régimen, instituciones como
Globovisión, El Nacional, RCTV, el Arzobispado, embajadas, Fedecámaras, etc.
Actos de terrorismo que llevó adelante siempre con el apoyo abierto del
gobierno y en particular de la Guardia Nacional y los cuerpos de seguridad.
Para llevar adelante sus tropelías, Lina Ron y sus grupos de delincuentes
disponían, y disponen todavía, de armas de fuego de todo tipo y de bombas
lacrimógenas provistas, sin duda alguna, por el mismo gobierno.
Lina Ron, tenía "licencia para agredir y hasta para matar" emitida por el
mismo Iluminado de Sabaneta. Gozó a lo largo de su trayectoria de agente de
la violencia de impunidad total. Por supuesto, no hubo juez que culminara
ninguno de los procesos que se intentaron contra ese destacado icono de la
violencia delincuencial oficialista. Lina Ron fue la imagen más cruda pero
quizás la más ajustada a la verdadera naturaleza del régimen que acogota a
los venezolanos. Paradójicamente, su rival en materia de violencia fue su
idolatrado comandante presidente al que, por razones obvias, nunca pudo
superar. A lo mejor esa circunstancia le habrá permitido viajar al más allá
con la tranquilidad de no haber traicionado su eterna lealtad a su
comandante presidente.
Lina Ron pasará a la historia pequeña de la patología nacional como cultora
del odio y de la violencia. Su rostro, su voz, su lenguaje y sus disfraces
militares que proyectaban con precisión sus oscuros sentimientos, le
permitirán a las futuras generaciones hacerse una idea de los desmanes del
"socialismo del Siglo XXI" y de la boliburguesía chavista que hemos tenido
que soportar los venezolanos de hoy.
Para el oficialismo es una pérdida importante. Es la pérdida de uno de los
iconos de la violencia del régimen. En nombre del régimen adolorido y
consternado, el inefable Izarra, al anunciar la muerte de esta prócer del
proceso, escribió en twitter: *"Honor y gloria a Lina Ron. Quedará por
siempre sembrada en el amor del pueblo"*. "Honor y gloria a Lina Ron" es
"honor y gloria a la violencia y al primitivismo chavista". Y como se
anunció será enterrada en Cementerio General del Sur, Lina no quedará *"por
siempre sembrada no en el amor del pueblo"*, sino sembrada por siempre en la
ignominia que es ese cementerio para los caraqueños y para todos los
venezolanos. Es la elección más apropiada para depositar sus restos
mortales. En su sepelio, como en el de cualquier malandro capitalino, no
faltarán los grupos de delincuentes motorizados haciendo tiros al aire y
amedrentando a los compradores y vendedores del mercado popular de El
Cementerio.
Con la muerte de Lina Ron desaparece un importante agente de la violencia y
la inseguridad que hoy atormenta a los venezolanos. Su desaparición, después
de las sucesivas desapariciones de Luis Tascón perseguidor de la libertad y
promotor de la persecución política, de William Lara promotor de la censura
y enemigo de la libertad de expresión, de Guillermo García Ponce homicida de
vieja data, ideólogo del PSUV y adulterador de la verdad desde el panfleto
oficialista VEA, de Muller Rojas promotor de la destrucción de las fuerzas
armadas, pareciera que la sabia naturaleza se ha tomado muy en serio el
allanarnos en alguna medida el camino hacia la liquidación del
totalitarismo.
JOAQUIN CHAFFARDET
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