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De Andrés Eloy a Maduro
Paulina Gamus
Jueves, 10 de agosto de 2006
Era muy frecuente hasta hace poco, comparar a los chavistas con los adecos de los primeros tiempos, los del 45. Las burlas, trato despectivo y en no pocos caso repulsa que el chavismo inspiraba (e inspira) en la gente más o menos ilustrada y de cierto nivel socio económico, tenían la misma raíz y el tono con que la gente bien del trienio 1945-48 se expresaba de los adecos, es decir los pata en el suelo, ordinarios, ramplones e incultos. El mote mismo -adeco- tenía una carga altamente peyorativa, pero los dirigentes y militantes de Acción Democrática fueron lo suficientemente inteligentes para asumirlo con orgullo. “Soy adeco hasta la muerte” decían, aunque muchos no lo cumplieron: las sucesivas elecciones de Chávez son la mejor prueba. Lo cierto es que el primer Partido de masas que existió en aquella Venezuela atrasada que apenas emergía de veintisiete años de dictadura gomecista; tenía necesariamente que estar integrado por mucha gente primitiva, analfabeta e inculta. No en balde fue A.D el partido que estableció el voto universal y directo que incluía, por supuesto, a los analfabetas. Éstos constituían en 1945 casi la mitad de la población.
¿Qué hizo la Junta Revolucionaria de Gobierno presidida por Rómulo Betancourt -el fundador de A.D- para enfrentar esa realidad de absoluto subdesarrollo? La campaña alfabetizadora en la que se empeñaron los maestros adecos comandados por Luís Beltrán Prieto, fue una verdadera hazaña revolucionaria. Nada que ver con los propósitos deformadores y catequizadores que persigue uno de los discípulos y seguidores políticos del maestro Prieto, el actual ministro de Educación Aristóbulo Istúriz. Por otra parte, y esto es lo más importante, Acción Democrática fue el proyecto político de una elite intelectual que supo conectar con el pueblo raso.
Lejos de despreciar a esos “doctores que sabían mucho y hablaban bonito”, los adecos de la base trataban de imitarlos, de parecerse a ellos. Desde la cúpula partidista no se fomentaban la envidia y el resentimiento sino la admiración por el talento y los deseos de progresar.
Fue un verdadero privilegio que Acción Democrática tuviese entre sus fundadores a Andrés Eloy Blanco, no solo el poeta más querido por el pueblo venezolano -sin distingos de ideología política- sino un hombre de vasta cultura que supo hacer de la política el arte de la concertación y del debate amable, risueño y respetuoso. Cuando el Presidente Rómulo Gallegos lo nombra Canciller está depositando plena confianza en la capacidad negociadora de un diplomático por naturaleza como era Andrés Eloy. Y fue el canciller venezolano que dio el voto favorable de Venezuela a la partición de Palestina en dos estados: uno judío, Israel y otro árabe o palestino.
Se llama Nicolás Maduro el canciller venezolano a quien, por lo que se ve, le corresponderá ser el único dentro del mundo occidental e incluso de países musulmanes como Jordania, Egipto y Turquía, que rompa las relaciones diplomáticas con el estado de Israel. Evidentemente la decisión no será de Maduro sino del presidente Hugo Chávez, quien maneja a su antojo las relaciones internacionales, las nacionales y todas las demás. Hemos recibido por Internet muchos comentarios adversos y hasta chistes sobre la escasa educación de Nicolás Maduro. En su curriculum tomado de la página Web de la Asamblea Nacional, de la que fue Presidente hasta hace unos días, no se menciona su nivel de instrucción ni siquiera algún curso por correspondencia Su carrera se limita a labores sindicales en el Metro de Caracas y otras experiencias de un activista político menor. Tampoco se hace referencia alguna a su papel de guardaespaldas del teniente coronel Hugo Chávez cuando este fue liberado de la prisión de Yare.
La Constitución bolivariana que este gobierno invoca cuando le conviene y viola cada diez minutos, no incluye entre los requisitos para ser Presidente de la República, ministro o parlamentario, el de saber leer y escribir. Da por supuesto que nadie puede aspirar a ocupar esos cargos sin ser cuando menos alfabeta. Ninguna revolución por igualitaria que sea o quiera parecer, se atrevería a postular una igualdad tal de los ciudadanos que permita a éstos ocupar posiciones de mando para las que no tienen ninguna preparación.
Recuerdo que en el bachillerato algún profesor que nos hablaba del marxismo, lo definía como un sistema político cuyos postulados de igualdad eran: A cada quien según su necesidad y a cada quien según su capacidad. Chávez, quien cada dos por tres expresa su admiración por Lenin y hasta por Stalin y ya se va auto definiendo como comunista, pareciera ignorar esa ley marxista leninista, porque lo de la necesidad quién sabe pero la capacidad no aparece por ninguna parte.
Lo peor de una designación como la de Maduro no es la falta de idoneidad para el cargo sino el mensaje nefasto que se envía a los jóvenes que pretenden formarse en universidades, hacer posgrados y adquirir conocimientos de idiomas, entre otros.
¿Para qué sirve todo eso si una persona que no es bachiller y se ignora si alguna vez leyó algún libro, puede ejercer nada menos que la representación internacional del país? El mensaje es:no estudies, no te mates, no te seques el cerebro aprendiendo lo que no hace falta. Lo que hace falta es adular al caudillo, ser su incondicional, repetir como enfermo de ecolalia sus consignas y pertenecer al aparato que da sostén al régimen.